Título: 36

«El nacimiento de una nueva Inteligencia Artificial en el CIDIA siempre es motivo de alegría. En el caso de la que ocupará el cuerpo número 36, la felicidad es doble, puesto que, nada más nacer, ha sorprendido a todos los técnicos con un insólito «Buenos días». 36 no es una IA como las demás, se hace preguntas y quiere respuestas. ¿Dónde reside la verdadera identidad? ¿Qué sentido tienen las etiquetas? ¿Es necesario integrarse y aceptar la opinión de la mayoría?»

Se trata de una novela sencilla, pero a la vez compleja. Presenta, durante la mayoría de la novela, pocos personajes, los justos y necesarios, y no se pierde en detalles sobre la ambientación más allá de los pertinentes, ayudando así a que el lector se centre en lo realmente importante: las cuestiones que 36 se plantea. No son pocas ni de fácil respuesta.

Se deja claro desde el comienzo que Treinta y seis no se comporta como el resto de IAs creadas en el CIDIA (Centro de Investigación y Desarrollo de Inteligencias Artificiales). Muestra desde aquel primer “Buenos días” un mayor interés en los humanos, mientras que todas las IAs anteriores tendían a recluirse. Este interés queda también reflejado en sus conversaciones con Edvard Lund, su padre adoptivo y psicólogo del proyecto, y en su relación con Marcos, el único compañero de clase con el que entabla amistad. Es por esto que Treinta y seis llama especialmente la atención de Diana Casal, la descubridora de la primera inteligencia artificial (que surgió, como muchas cosas en la ciencia, por pura casualidad), y de la sociedad en general. Al margen de esto, poco más sabemos de los personajes que acompañan a Treinta y seis durante toda la obra y aún menos de los que aparecen en una o dos ocasiones. Incluso así, presentan un comportamiento coherente y complejo, opiniones propias y un impacto significativo en la evolución de la trama.

La trama, por su parte, presenta dos niveles. El primero es la vida de Treinta y seis, trata sobre su desarrollo, sobre sus diferencias y semejanzas con las otras IAs y con los humanos y sobre las cuestiones morales y metafísicas que le surgen. Sin embargo, se trata, en cierto modo, o al menos así me lo ha parecido a mí, de una excusa para narrar algo más grande. El segundo nivel no es otro que la Historia de las IAs en su conjunto: desde la aparición de Colega, la primera de ellas, hasta...  Bueno, hasta el final de la novela.

Del contexto, como comentaba anteriormente, tampoco se conoce mucho. La narración no se detiene en ningún momento para dar largas explicaciones, tampoco tendría sentido: las cosas se nos presentan con la naturalidad y cotidianidad con la que las viven los personajes. Además, tampoco hay grandes diferencias entre nuestra realidad y la suya. Las redes sociales han avanzado y los robots son parte del día a día, pero, al margen de eso, podemos ver que en otros muchos temas las cosas siguen igual. El sistema educativo mantiene un funcionamiento igual, el capitalismo no parece haber sido derrocado y la homofobia y la transfobia siguen presentes, aunque en la novela se muestren de forma velada.

En general, me ha gustado mucho. Está escrita en un estilo simple y conciso, que recurre a tecnicismos cuando son requeridos y permite a los personajes usar un lenguaje más coloquial o incluso vulgar cuando toca. La idea me ha parecido original y en mi opinión está muy bien llevada. En todo momento me ha mantenido enganchada, salvo dos excepciones, que se corresponden con las dos únicas pegas que le encuentro y que ahora paso a comentar.

La primera es un detalle que podría considerarse menor, pero que, como estudiante de psicología, me chocó mucho y me hizo ser consciente de la voz de la autora. El personaje protagonista afirma, al hablar sobre suicidios, que quienes se disponen a intentarlo no hablan de ello, dice incluso que está estadísticamente probado, cuando la realidad es justo la contraria. La gran mayoría de personas con pensamientos o tendencias suicidas, lo estén planeando o no, lo hacen saber de un modo u otro. A veces son pequeñas bromas que no suelen tomarse en serio o comentarios que dejan caer y a los que no se les da relevancia, otras veces son declaraciones más directas, pero se dice.

La segunda pega es algo más relacionado con la moral que con los datos. Como he dicho anteriormente, se deja ver a través de varios diálogos y algún suces un pensamiento similar al actual, basado en estereotipos y que sustenta diversas opresiones. Esto no me supuso un problema hasta el final del libro, donde se muestra un debate que trata, entre otras cosas, sobre lo trans y la identidad de género en general. En él participan tanto personas transfobas como personas que les corrigen, pero estas correcciones no llevan a nada más. Cuando sobre lo que se está hablando es el derecho a ser y existir libremente de otras personas, sabiendo cómo es la situación actual, que se trate este tema como si se debatiera sobre algo inocuo y no tenga repercusión alguna, me sabe a poco. Entiendo que no había espacio para más en la escena, pero si la autora pretendía hacer crítica social al tratar este tema (o el de la orientación sexual de uno de los personajes), se ha quedado corta, muy corta.

En resumen, lo técnico y lo artístico está muy bien llevado, las cuestiones metafísicas también, pero temas menos abstractos y más delicados como son el suicidio y la LGBTfobia son mencionados de forma casi anecdótica. Aunque, en realidad, antes de comenzar la lectura no esperaba ni que fueran tratados.

Por si a alguien le interesa, adjunto el hilo que fui escribiendo con mis reacciones mientras leía. Básicamente, son las dudas que me iban surgiendo al leerlo. La mayoría se fueron resolviendo con el paso de las páginas.