Eco y Narciso

16:58:00


Cayó sobre Eco la furia de la reina de los dioses. Hera a la ninfa su voz robó, aquella con la que la distraía, aquella con la que los engaños de Zeus encubría, y la condenó a repetir las últimas palabras de todo aquel que la hablara.

Eco al bosque regresó y entre los arboles al más bello muchacho encontró. Narciso su nombre era e inalcanzable, su corazón. En su nacimiento, predicho había sido que viviría largo y bien mientras a sí mismo no se llegara a conocer. Para protegerle, su madre, la ninfa Liríope, de su hogar todos los espejos desterró y así Narciso creció sin su propio rostro ver jamás.

Tímida, Eco escondida día tras día a Narciso observaba y de su hermoso rostro se enamoró. Pobre de ella que a acercarse un día se atrevió. El joven pastor del camino se había separado y entre las ramas los movimientos de Eco al fin escuchó.

– ¿Hay alguien aquí? –preguntó Narciso.

–Aquí, aquí –Eco respondió.

–¿Quién sois? Dejaos ver.

La ninfa de valor se armó y de su escondite salió. La joven su amor declarar quiso y a los animales ayuda rogó, pero Narciso a todo amante desdeñaba. Eco no fue la excepción.

Corrió, humillada y descorazonada, hasta su cueva, donde lloró y lloró hasta que de ella solo la voz quedó. Pero por su pérdida otros también lloraban. Un joven que por ella suspiraba en busca de venganza oró y oró hasta que sus plegarias Némesis escuchó.

La diosa Némesis la soberbia de Narciso castigó: sediento a un estanque se acercó y en las aguas su reflejo por primera vez vio, de su propio rostro la diosa le hizo enamorarse. Dicen que se ahogó al intentar besarse, cuentan que mirando la imagen tan absorto se quedó que hasta de comer se olvidó. Flores crecieron de los restos del necio Narciso, mas su alma aún observa su reflejo en las aguas del Estigio.
Écho et Narcisse por Nicolas Poussin (1627-1628), Museo del Louvre

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